viernes, 4 de noviembre de 2011

Último deseo


En verdad que la vida y el caos juegan ajedrez con nosotros, Tiempo y espacio expectantes a la partida. Y nosotros los peones que completan el tablero. No importa quien gane, al final de cualquier manera, terminamos cayendo o en pie. Y la siguiente partida, viceversa.

Cuando sale sangre, cuando la herida es profunda, encuentro en estas letras una forma de cauterizar el daño. Sí, duele, pero después el tiempo se encarga de olvidarla por ti, de quitarte el dolor. Solo uno sufre como aquel que vive esa partida. Solo uno se levanta para volver a comenzar. Y cuando resulta que aún compartes un camino con el cazador, resulta que el tiempo se olvida de ti y se queda estático en la herida, hace que duela, te recuerda que eres humano y que sufres. Es implacable. Te quita toda atención y la enfoca. Y sin embargo, con tanta atención que pudieras tener, no encuentras respuestas.

Y es que en verdad, no entiendo ni siquiera la pregunta ¿qué paso? Y sus derivados aleatorios por tiempo dependiendo de que le duela a tu corazón. ¿Dónde quedaron los Leones de la tierra que una tormenta de arena, sobrevivieron? ¿Dónde quedaron los habitantes, esos que mudaron de corazón para albergarse en uno solo? Aquellos que desde entonces hasta ahora habían juntado sus vidas para compartir sus dolores y soledades, no para verse superiores sobre el otro, sino para caminar palmo a palmo. ¿Dónde quedo Carmen Jones y esa promesa que no podía faltar a cumplir? ¿Qué, dónde, cómo o por qué? Me golpean y no subo puños para compartir el intercambio de certeros puñetazos que desde el principio me dejan semi-knockeado. Desde el principio se que no podría ganar.

La incertidumbre me azota de vez en cuando sin avisar, en una llamada, en un pensamiento, en tu imagen en mi cabeza. Tengo miedo, terror mi alma y mi vida; tiré mis armas, baje las defensas y hoy me siento nuevamente amenazado. Mi inspiración que en vida se había convertido vuelve de nuevo a las letras, su refugio seguro, un cuarto acojinado el cual golpear, morder, matar, puede. Aquella que vivía contigo, fuera y hoy por tan enorme dolor vuelve a sus raíces, arrinconado y sin embargo tan en todos lados.

Y se vuelve bestia, pasa de león a quimera, tan enorme y letal que a él mismo le da miedo, no sabe si va a dar un zarpazo cuando te observe detenidamente o se volverá dócil, factible de lastimar nuevamente.

Hoy, un café y cigarro no son suficientes para tranquilizar el alma deshojada. Hoy volví a perder parte de mí, te llevas lo mejor de mí y no sé si estarás aquí cuando sea el momento de compartirlo conmigo y volver a ser aquellos habitantes. No sé si cuando llegue a nuestra morada ya habrá alguien ocupando mi lugar. Si me quedaré observando cómo se queman los restos de mí en aquella fogata que ahora calienta a 2 almas ajenas y me esfumare como aquellas cenizas que solo sirven para desaparecer.

Es dolor, mordaz y que me quema todas las entrañas, no puedo soltar ahora ni una lagrima y aunque he llorado bastante, aún tengo por dentro todo un océano que se llena rápidamente. Te vi afligida, arrepentida y yo con todas las ganas de apretarte sobre mis brazos de mi alma mutilados ¡¿Cómo hacerlo si están mutilados?! Como ver que sufres si es como ver a la misma Medusa. Y cuando escuche tu voz lejos por primera vez, hoy, te escuché seria, sin dejo de emoción, como aquella persona cansada de caminar, caminar conmigo. Se me salió una lágrima de dolor puro que sabe a sal cuando mis mejillas la prueban y cuando di cuenta, apenas alcancé a recoger y castigue a mis ojos por dejarla salir, ahora no, no es momento. No sé qué hacer para recuperarte, no sé si te he perdido ya, no sé si hay alguien más que te da todo lo que te dí y lo que no pude también… no sé si es mi culpa. En este momento azotan nuevamente aquellas preguntas al azar y ese repetitivo “no sé”.

Tengo un lugar en tu vida que como político, está en tela de juicio. ¡No sé nada! Tengo miedo de saber, tengo miedo también de no saber. Tengo miedo de todo y de ti y de no estar en tu vida. Dime o grítamelo al oído, ¿qué hago contigo? No puedo amar sin amor, no puedo desaparecer sin que sepas. No camino hacía esa dirección si vas en una diferente. Dime ¿hacia dónde vas?, qué haces, qué quieres? Concédele a esta alma su último deseo con tu sinceridad y líbrala o átala de una vez. Y te concedo una vida feliz… conmigo o sin mi.




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