miércoles, 23 de noviembre de 2011

Crónicas de Carmen III


(...)


Será por el tiempo, mi distracción o por qué estoy más acabado de cualquiera. Al notar tu semblante no noto ninguna pequeña abolladura. Sigue intacto e inexpresivo a todo lo que ha pasado. De verdad que no te esperaba de regreso, aquí y ahora. De verdad que tus ojos si me siguieron. Claro, las estelas de pesadumbre y tristeza que dejaba cualquiera podría haberlas seguido. Y mis ojos se inundaban de lagrimas así como mi cabeza de sentimientos encontrados y preguntas necias. Las mismas que ya sabes, las que nunca han tenido respuesta, las que yo he tenido que armar a punto de volverse a resquebrajar. Esas que me dejaste como consuelo para entretenerme mientras te perdías y no pudiera encontrarte.

No alcanzo a entender lo que me dices, inclusive, no alcanzo a entender si me esas diciendo algo. Todo se nubla y quedo nuevamente indefenso. ¡¿Qué hago Carmen que en verdad te queda el nombre y nuestra historia?! Carmen Jones regresó. Te llevaste la luz que iluminaba mi camino y hoy regresas como centinela sin que sepa si vas a guiarme nuevamente o me dejaras aún más aturdido. El viento lo trajiste contigo y me saluda. Me encojo en mi abrigo un poco a falta de tu abrazo cálido. Meto las manos a los bolsillos en un intento para acorazarme antes de hablar. O tú. 

Ahora tu eres la poetisa y yo aquel elegía que se lamenta por si solo. Al menos no he sabido que escribes más. No he sabido más allá de eso. Lo que veo. Se hacen eternos segundos el tiempo y nadie habla ni calla con su semblante todo lo que pudiéramos expresar. No puedo evitar descomponer mi rostro ante tal acontecimiento. Lo siento, y no. Entre respiros nos alternamos la extraña incomodidad de nuestra compañia. La tensión siento que crece, el agitamiento. Tanto que no se si echarme a correr, gritar o besarte apasionadamente. Somos mejores amantes que conversadores serios. Siempre lo he pensado así. Aunque platicando también nos defendemos. Nunca hubo tanto silencio antes como hoy. Siempre alternábamos voces y risas. Como si solo faltara alcohol para completar la triada. O como dije, un largo y apasionado beso. Pero eso confirmaría cosas ocultas. Cosas de las que no se hablan, o hablas. Justo lo que necesito, justo lo que se que no pasará.

Finalmente hablamos. Y nos soltamos, como si estuviéramos con el loquero o nuestro confidente. Y siento que así lo somos, o lo eramos. ¿Dos de cada uno significaría avanzar en la mitad de tiempo? ¿Terminar antes de tiempo con este suplicio? No hablamos mucho, tanto como si fueran días pero tampoco cruzamos apenas monosílabos y muchas dudas entre nosotros. Regresábamos poco a poco a compenetrar nuestras miradas. Se sentían cómodas aunque aun tensas. Carmen Jones se parecía poco a poco más a ti. Te regresó el color, las facciones que reconocí hermosas, aquella voz y aquella mirada... Viví una metamorfosis frente a mi. Una persona más, tal vez, me hizo reconocerla con apenas el roce de su mano. Y se volvió aquella mujer que su andar me había cautivado. Aquella que amaba y que pensé se había quedado en aquella morada teñida de azul y de recuerdos empolvados. De habitaciones tristes y percudidas más por nuestra ausencia que por el tiempo. Por la cual me lleve la llave por si flaqueabas e intentabas regresar a algo que ya nunca es. Me lleve la llave y nunca la tiré. 

(...) la guarde en mi corazón para que solo tu pudieras llegar a ella.

(..) Quiso una estrella iluminar mi camino cuando más ciego estuve.

Me fui añadiendo esta y otras preguntas a la lista por contestar. Pero hoy, recupere el andar. Un poco cansado aún, pero podía de menos caminar un poco más. Fue como agua en el desierto, un trago de vida aunque aún el calor y kilómetros de arena, pero al final, tiempo y aún así no se si has regresado para quedarte finalmente o para darme más miedo. Caminé mientras trataba de acomodar mis ideas y encendí otro cigarrillo. Alternaba ahora paso y fumada casi al compás de mi aún constante sorpresa por tu encuentro. Le añadimos a la triada el gusto del buen fumar, algo que siempre salía, con o sin estrés, con o sin amor o emoción, pero siempre estaba ahí. Solo dí cuenta de que fumé en aquella banca contigo cuando observo ahora mi cajetilla casi vacía. La hecatombe casi nos destruye pero ahora hemos de sobrevivir ante vestigios que hacen casi inhabitable la morada o el corazón. Un rato aún mayor.

Carmen... no nos podemos fallar, ya no hay más oportunidad para nosotros, más que hoy.

(...)

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