Abro los ojos, apenas parece que pasaron un par de minutos y
ya es de mañana. Soñé una persecución, e iban tras mi cabeza. Era imperativo
evitarlo, era necesario no caer nuevamente, porque no habría otra oportunidad. Horrible pero no soñé, sufrí. Aquello,
de nombre innombrable, exploto. No me sabía vivo, pero si respirando cuando
terminó… ¿o acababa de empezar?
Todo era destrucción, todo era irá y enojo, furia… coraje,
un torbellino que giraba en torno a mí y a los míos. ¿De dónde salió o cómo
poder pararlo? La noche trajo el peso sobre nosotros de la verdad de las cosas
que fueron creciendo, de lo que nunca se habló o evito. Estábamos en peligro,
sí y yo sin saber nada de nada y angustiado por lo que quedaron junto a mí. De
un pequeño error y detonante fue de algo mortal y lacerado. Todo me pego y volé
a no sé donde, quede knockeado,
moribundo, casi muerto. En verdad no lo sabía sino hasta esa mañana. Aún
oscura, vi un haz de luz, apenas pequeño. Si, eras tú, aunque no sabía si aún
formabas parte de esa ira. Escuche tu voz apagada como si también hubieras sido arrastrada al torbellino, aunque pensando que tu serías parte de esa ira. Aún así, el haz de luz ahí estaba y me guiaría más adelante. Sabría que tal vez sobreviviste o te apagaste con el caos, ¿te apagarías conmigo? Y si, sobreviví, sabía que así sería aunque por
dentro me sentía ya muerto. Una parte de mí se había marchitado en un abrir y
cerrar de ojos y ahora solo caían las últimas hojas. Tendría que esperar a que
la mañana aclarara para ver los estragos, para buscar la luz entre el día ya muerto, para encontrarte tal vez.
Así, espere dormitando ansioso. Y apenas baje la guardia de
mi incertidumbre y frustración, ilumino el día evitando siquiera intentar descansar
el cuerpo, el alma. Necesario era
apresurar y emparejarme al paso del sol que ya empezaba a avanzar. Todo normal,
nada destruido… pero parecía que una parte de vida había desaparecido. Se veía
todo apagado, taciturno, apenas respirando. Sí, algo había cambiado.
(…)
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