jueves, 31 de marzo de 2011

Esperando


De aquella mañana de abril, soleada, con viento terso acariciando mi cuerpo, me recuerdo llegando a lo mas alto de aquella vereda que terminaba en algún lugar desconocido. Arboles desapareciendo conforme llegaba, pájaros cantando, el crujir de las ramas mientras avanzaba en mis pasos. Si me había perdido era por convicción propia. ¿Cómo pudiera ser un mundo sin mi, pero conmigo? Bastaba seguir subiendo y alcanzar la punta para voltear y ver la ciudad. ¡Con solo verla podría saberlo! Ver todo fluyendo, sin mi. Ya no estaba ahí sufriendo, ya no vivía entre gigantes de concreto, ni pavimento, ni personas como hormigas corriendo de un lado a otro. Ya no me encontrarías aquí.

Me senté en una roca que custodiaba el punto más alto, saque mi cajetilla y encendí uno de aquellos que me acerca aún más al verdadero objetivo de aquel día haberme perdido. Un toque... y mientras tanto, observaba. Hasta en mi soledad me sentía solo, irónico. A lo lejos, el eco del motor de un camión que apenas me susurraba que aún estaba lo suficientemente cerca para no perderme para siempre. Bien. Me enfrascaría en mi música (que a drede no olvidé) para después dormitar un rato y esperar a que aquellos les extrañe no verme. 

Ya entrado un rato, aún con los audífonos puestos, escuché a alguien venir. Hubiera sido mas inteligente esconderme en un lugar donde ni un grito por casualidad alcanzaría a alertar al más cercano citadino. Decidí quitarme los tapones de los oídos para agudizarlos y escuchar más atentamente, pero la silueta de un hombre ya mayor superó aquel intento. Sin duda no vivía cerca pues sus zapatos ya gastados, pantalón de vestir y camisa me indicaba que tal vez, como yo, vino a perderse un rato. Hombre que tal vez frecuentaba este camino desde allá abajo.

Si... aquel día me quede esperando a que llegarán desesperadamente buscándome y gritando mi nombre, como aquel que sabe que ni desesperadamente, con más ahincó que se pudiera tener, volvería a encontrar esa pieza y regresar todo a la normalidad. Pero en lugar de una horda de personas, me vino a encontrar aquel hombre de pelo cano y mucha historia bajo sus pisadas. 

Inconscientemente, decidí pues quedarme quieto en mi lugar y yo encontrarlo a él. Buenas tardes...  y siguió su camino, ahora en pasos contrarios, como si solamente hubiera llegado para recordarme que no estoy solo y no puedo esconderme de la realidad. Buen día contesté aquella tarde en tono seco, desencajado por la sorpresa, y continué sentado viendo como se alejaba nuevamente por donde vino. Después, esperé a que el Sol cayera por completo para que entre el ocaso encontrara un atardecer de antaño y ni un alma molestando.

Así, a mi regreso, un viejo y un hermoso cielo me encontraron. Ese día nadie me buscó. 


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