lunes, 18 de abril de 2011

Cuento: De regreso... espero


Mientras el cielo juega conmigo entre llover o dejar pasar el Sol en complicidad con el va y ven del viento, me siento en esa vieja silla del pórtico, amoldada a mi adolorido cuerpo, a mis ya sentidas y viejas visiones que trae el alma que agradece reposar conmigo después del largo viaje de regreso. Creo que llegue antes de que empezara a llover. Y así fue. En cuanto pise la primera tabla de las escaleras de fuera, el cielo pareciera haberse reventado entre tanto ajetreo dejando caer aquello que me reviviría el alma, que la hiciera olvidar todo y sentir el frío baño, aquel tenue olor a pino mojado, el frío implacable que solo enciende la piel.... pero hoy no. 

Reposo sentado viendo llover y reflexionando tantas ideas que recabe en mi andar a casa. Saco aquello que siempre me acompaña y enciendo. Una fumada. Todo adentro esta oscuro ya aunque apenas empieza a caer la noche. bonita tarde que no reconocía desde hace tanto... Aquellos pensamientos en los cuales me sumergían me llevaron 5 años atrás, en el mismo lugar, pero acompañado de otras personas, trabajo, trabajo, trabajo... trabajando me enamore de ti, de este lugar... Y hoy regreso para cortejarte sin tanto público. Me tomo mi tiempo y te observo, obtengo lo que aquel día me entregaste aquella misma vida sin cambio alguno. Por ti, los años parecen apenas horas y te ves igual de radiante que en aquellos días. Gracias por esperar.

Finalmente tiro la colilla en el suelo, me paro y me adentro en ti, me abraza el olor a pino. Es asfixiante pero vigorizaste, no había encontrado abrazo tanto fuerte y delicado, cálido y helado, mejor que el tuyo. Eres como el amor que nunca tuve en alguien de carne y hueso, e irónicamente aquella persona me viene a la mente. Si, recuerdo que aquellos días los vivía debatiéndome entre tus brazos de corteza y aroma a tierra mojada y sus besos cálidos y brazos cortos, mente inocente pero enamorada, pelo cenizo y de ojos dobles... lentes pues. Que bellezas eran las 2 solo que de aquella perdí el rastro, la extraño. Pero tu si estas aquí donde te deje y hoy te enamoro nuevamente a ver que desvaríos sacamos. Regresé a casa a esperar y apenas fueron unos cuantos minutos para volver a salir, para caminar entre tus caminos, curvas infranqueables, solo una dirección y varios arboles indicandomelo.

Aquí no llegare al final del camino, pues principio y fin son los mismos, entonces en casa espero, de regreso esperare a que pare la lluvia mientras dentro me seco, encenderé el fuego y prenderé una vela, me perderé en la oscuridad apenas matizada por el jugueteo de la fogata y me sentare a esperar no se que, tal vez a que el pasado me venga de nuevo o a vivir un nuevo presente. Desearía dejar de pensar así un momento, OK. Llego a un viejo árbol cubierto por una sabana de ramas caídas, parece un mueble viejo que nadie ha usado en años, arrumbado en una sala. Buen sillón para descansar. Me siento y observo, nada. Y a la vez todo, miles de colores que se agolpan en un solo paisaje, miles de soledades y silencios compartiendome. Si así fueran las personas seguro de ellas me enamoraría también. Retomo el camino en dirección contraria, el silencio que acompaña ahora la noche solo se quiebra con mis pisadas y el ramaje que cruzo sin poder sortearlo. Es muy denso para poder evitarlo pero sus caricias me tranquilizan y una que otra mordaz prueba de amor intenso con alguna rama que rasguña mi piel.

Quiebro y caigo. Me asomo al cielo boca arriba y descanso. No llegaría ahora que el camino es tan oscuro. Pero ¿Por qué llegar y ya he llegado? El cielo me cobija en lugar de las vigas de la cabaña, de regreso entonces espero a que el tiempo pase, a que regrese yo por completo. He viajado nuevamente y mi cuerpo he dejado en aquel lugar. Imposible no hacerlo si el espacio se presta para soñar.





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