martes, 7 de diciembre de 2010

Del final del resto de aquellos días...


Todo mi día iba bien, pensaba, había estado tranquilo, distraído, enfocado en algunas cosas, pero hoy, no se como decirlo, me sentí triste. Regreso una tristeza casi agónica que había olvidado en lo recóndito de mi ser. Te vi. Y sabía todo lo que conllevaba eso por nuestra situación.

La última hora, anterior a que aparecieras, temblaba, he de culpar al frío, miraba la entrada por si pasabas y hacerme a la idea, segundos antes, que estarías parada a mi lado para empezar el final de no se que.Y así fue, solamente no te vi llegar, llegaste antes, me sorprendí al igual que todos, como si supieran que iba a pasar, callados. Me pare y agarre mi taza de café siguiéndote unos pasos atrás como si me fuera a proteger del maremoto que presentía se avecinaba. El calor del lugar me reconforto en un suspiro, e igualmente se fue cuando te encontré ahí sentada frente a mi.

Vi tu semblante, ese lunar que quiere escaparse de la comisura de tu labio, esos labios que mordían y engatusaban a los míos como droga a todo mi ser, que me mataban lentamente y a la vez quería morir más rápido, tus ojos, tus manos que aunque mas tarde toque, se regodeaban ya en calor, casi sudando, burlones de los de afuera que entre frío se acurrucaban. Y así con un recorrido fugaz, lleno de impresiones que se agolpaban en mi cuerpo, empieza. Capto al final de mi recorrido, tu mirada y quedo inmóvil, expectante a que inicie el final.

No se que decir (¡Agarratelos y habla, confirma que eres libre... o lo que sea que hayas pasado este tiempo que no la has visto!) Me mantengo firme y con la misma idea que tu semblante tan apasionante despierta mis mas profundos arranques y que puede igualarse solamente a la historia donde tristemente los vencidos no tienen voz. He perdido, (¡calla!) y sí, la historia contigo no la narro yo, solo si volteamos a ver los vestigios de una ciudad destruida donde nuestros corazones alguna vez moraron se puede saber el resultado de una tragedia.

Conforme nos acercamos y el calor del cuarto apenas es una ceniza apagándose en una hoguera ya cansada y de salida, observo tus dientes afilados, tus uñas saliendo de carne viva, esa mirada acusante, tan profunda que penetra como un cuchillo, me hiere no más que tus palabras y si los reúno, tu semblante es el de un cazador nato, un asesino certero. (¡No te dejes, tienes la historia a tu favor aunque hayas caído! ¡Caza y muerde con armas de la verdad!) Muestro mis armas con la coraza inquebrantable del resultado de una guerra intelectual, sabemos que ha pasado, sabemos del dolor, somos expertos, y nos sabemos a nosotros mismos, jugamos con estrategia por años, y amén del resultado, más valiosa es la información que nos concede el conocernos y sabernos inseparables.

Duele aún como aquel pronto pasado. Me recuerda a cuando he muerto tantas veces. Pero ¿Qué hago? Por más inseparables somos tan diferentes y tan necesarios. Como el Sol y la Luna corriendo alrededor de una mesa. Tan iguales y a la vez tan opuestos y lejanos. Hemos mostrado nuevamente nuestras cartas y aunque agotado, siento que has perdido al igual que yo. El miedo... una pesadilla de aquellas que te marcan con cicatrices de hierro. He regresado, soy un niño. Y abro los ojos...

Volteo a mi centro, mi pecho cerrado. Y lo veo aún así claramente. Falta un pedazo de mi corazón. Esta cucho, marchito, arrugado, y cansado, ¡pero le falta un pedazo!. Te lo llevaste aquel día y lo has desaparecido. Doy cuenta a que el pasado es tiempo y el tiempo es un maldito. (¡Si! maldito y existente. "¿Porque de tiempo todos viven y nunca saben?" ¡Si saben, no lo ven pero ahí esta, y sí, es un maldito!) Las heridas no han sanado, solamente se han dormido lo suficiente para darme tiempo (¡Estúpido tiempo!) para caminar a paso liviano tratando de alejarme. Y cuando las despertaste, me vieron, no jalaron de regreso, pero dieron el tirón a la cadena de mi cuerpo, prensada en mi corazón para recordarme que aún de ellas, soy su esclavo.

Finalmente despierto, y te veo, tu semblante descompuesto al igual que el mío. Y sale la sangre más amarga y dolorosa de la batalla. Una lagrima. 


(...)

No hay explicaciones difíciles en cuanto a lo que el corazón atañe, solo aquellas almas insensibles que no entienden de emociones, pues los sentimientos son fáciles de decir y difíciles de explicar.El lenguaje universal e inclusive aquello tan confuso son las lagrimas; yo que tantas veces las sentí al marchitarse mi corazón, cayendo no hojas secas, sino lágrimas húmedas de dolor, te vi.

(...)


Y lo siento... soy débil de cuerpo, fuerte de espíritu y dócil de corazón. Me ha caído la verdad encima (como una loza tan pesada que el mismo infinito parece pluma al viento...) Si hay algo que en batalla respeto y finalmente me hace claudicar a la guerra es verte con el semblante descompuesto. (Suelo perder si el enemigo ha obtenido mi corazón de cualquier manera...)Tus dientes vuelven a su lugar, tus dedos entran en calor y vuelven a bailar en forma de burla, pero débiles. Tus ojos regresan a ser aquellos que normalmente veía, color avellana al reflejo de la luz y no fuego encendido. Y tu lunar que quiere huir apenas sujetado por tus labios vuelve a captar mi atención. Ya no eres el asesino certero, sino la presa de su propio oficio.

Y me desangro como si un cuchillo encendido hubiera apenas palpado una arteria. Me desangro y hago torniquete con mis facciones, pero el paño que se llena de sangre de guerra y ya no aguanta, empieza a gotear y yo a perder el sentido, me desmayo. Ya no nos encontramos frente a frente. Te has puesto a mi lado y vemos al mismo frente. Y como si saliéramos del campo de batalla caminando en el mismo bando, lanzas palabras dulces, siento que no mienten aunque en batalla amenazaste con herirme así, pero no, no las siento lastimarme. 

Aquellos dedos que ya mencionaba cálidos, irradian fuego, antes de emparejar mi mano ya sentía ese calor tan familiar y a veces tan extraño, esa costumbre de entrelazarte conmigo. No había desaparecido ese pedazo de corazón, estaba frente a mi batallando conmigo, (¡Si! sabía que tu lo tenias...) y con tan solo tocarme me sentí completo de nuevo. (si no digo nada es porque estoy de acuerdo...

Y tu cuerpo, mis manos recobran la memoria y recuerdan esas pasiones de tocarte entera, (Si las pasiones hablaran, no hablarían, ¡gritarían como en aquel instante grite y alcance a ahogar para que no te dieras cuenta!) el vislumbrarte y reconocerte con las yemas de mis dedos, la espalda que me mata y mis manos y mi vida que siempre han tenido el molde perfecto para ella, no lo olvido, ni lo olvidas, pero en este momento solo yo lo recuerdo. Me recuerdo artesano con mis manos y tu espalda mi obra maestra que han dejado a este artista embelesado y que palpa nuevamente, una y otra vez, como para recordar que por ese instante fue Dios. Mi corazón se siente de nuevo completo, brioso y enorme, se quema e incendia el resto de mi cuerpo. Pero apaciguo esa pasión con una aún mayor, la dejo de lado y la olvido. Esa nueva pasión que nos une a ti y a mi en uno solo. El Sol y la Luna atraviesan por su centro la mesa, la queman y eliminan barreras. Me has devuelto no solo esa parte de vida que me hacía falta, he despertado, he respirado una bocanada de aire como si saliera del abismo más profundo del mar. Y por un momento me siento completo. (¡Oh vida!, esos años que me hacían falta por vivir, ¿donde han estado?... ¿DONDE HABÍAS ESTADO TAN ÚNICA TU PERSONA?) Finalmente, en son de paz, de tregua, nos hemos abrazado.

Pero ¡claro!, un momento no elimina todo un pasado, ni levanta una ciudad en ruinas. He regresado y mi razón también. Herido, malogrado recobro el sentido. Reconozco de las heridas, los vestigios. Y doy cuenta de que la ciudad que ha caído por si sola no puede ser reconstruida con la magia que al principio, hace años, la había construido . (Duele cuando te ves muerto en vida, consciente de las heridas y aún así tranquilo...) Que sencillo es construir, cuando nos brillan los ojos, esa magia que antes sentíamos nos había preparado un palacio majestuoso. Y ahora, después de una guerra., la magia se convertirá en llagas de nuestras manos, roca por roca se ira reponiendo y no se si alcancen las rocas hechas trizas para reproducir ese palacio. (¡Estúpida magia!)

Así como se cerró el sangrado, he recobrado, pues, el sentido. Pero aún mareado no se que pasa, te veo nuevamente, finalmente la batalla ha terminado y contigo camino. Me despido y camino en dirección opuesta nuevamente, pero ¿Qué he visto? Te has llevado nuevamente contigo ese pedazo de corazón, pero ahora no duele en mi interior. Volteo y veo mi pecho pero ahí adentro mi corazón late vivo de nuevo. Incompleto pero vivo. Sigue cucho, marchito, arrugado, y cansado... pero ha latido. En son de triste cómplice no digo nada, pero mi corazón sabe que ha llegado la hora de empezar a unirse a eso que le ha faltado. No se si duela, si hiera o mate de un golpe fulminante finalmente. Pero el camino ya esta trazado. 

No he sido de mal alid y como en toda nuestra vida a sonreír contigo, tímido o exaltado siempre he estado. Y aunque por años, de alguna u otra manera, mi sonrisa ha sido torcida y mal hecha, tratando de hacerlo lo mejor posible, actuando de sobremanera ante el dolor, soy necio y la necedad me lleva a afirmar que a un nuevo no se que estoy abierto. Eres única como ya lo he dicho, y hoy te veo con ojos más tranquilos y aunque atemorizados, pongo de nuevo mi dedo sobre la herida de la fe para poder caminar de nuevo contigo, ya no como antes, ya no como ahora, ni se como vaya a ser, pero camino... sí, soy necio, creo en la verdad de la naturaleza de una utopía, que el hombre puede ser bueno, y yo soy bueno, aunque el resto no lo sea. Ya no te quiero como te quería, ya no te peleo tu vida como recompensa de un amorío como en aquellos días, solo espero a que seas única, como he dicho, en mi vida verdaderamente. No hablo de amores, pues cansado traigo el andar contigo.  Ni los siento, ni los deseo, ni los sufro, ni los cargo. Pero si hablo de aquello que hace mucho me enseñaste... hablo de un amigo.



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