Bebo de mi segunda taza de café. Y deshojo, acto seguido un poco de mi cigarro. Se ha perdido todo lo que había caminado y me encuentro nuevamente en el principio. Aquel día me ha llevado con un sol de invierno a sentarme en la terraza y esperar. Me ha acompañado una tenue pero fría llovizna que se deja caer entre las nubes que juegan en el cielo, apenas unos rayos de luz a veces, otras nubes pasando, toda una danza allá arriba.
Tú, allá adentro, sé que me esperas, que observas la puerta ante cualquier cuerpo que pueda pasar, esperando a que sea el mío y me acerque a ti. Pero he decido esperar acá afuera, aunque sea un momento púes he visto que has entrado pero no te he reconocido enteramente. De menos, termino mi taza de café y mi tabaco.
Observo a otras personas a mi alrededor, se mezclan entre la nada pero aturden como si fueran espinas en mi cabeza. No desespero y respiro. Cierro los ojos y observo mis adentros, igual de caótico que mis alrededores. Escucho pasos de entre la nada, pero no pongo atención. Casi dormito mientras aspiro el humo de cigarro que se consume en la maseta donde han caído sus pétalos deshojados. Y entonces caigo en cuenta de que te has acercado y me has agarrado desprevenido. Casi pierdo la postura, pero recupero la calma y ahora se que finalmente estas parada frente a mí. Me estas observando y lo único que puedo hacer es abrir los ojos aceptando mi derrota.
Te acercaste traspasando ágil mis defensas como un cazador que ha buscado a su presa no para devorar sino para cuidar. Extraño. Abro los ojos y no encuentro alguna palabra para definirte. Te sientas frente a mí y quedas callada, inerte por unos cuantos instantes, ahora preguntas, eres incisiva, y me gusta. Observas y analizas mis movimientos, eres aquella que busca consumir hasta el último ápice de mi existencia. Hace mucho que te buscaba y no sabía que nunca me dejaste.
Eres una niña, pequeña, sonriente, emocionada que me ve como quien quisiera compañía para sus travesuras, confidente de aquello que ya nadie hace, que nadie atreve porque ya no tiene edad. Voltea hacía afuera a los charcos, a la lluvia y sus ojos brillan, como si quisiera jalarme a pisar con fuerza aquellas pequeñas anegaciones. Aquello que sabe que alguien la reprenderá en algún momento. Activa e hiperactiva, insistente jalando mi brazo como si me invitaras obligatoriamente a soñar y reír, y después dormir para solo tardar pensando que hacer el día siguiente para divertirse y sonreír.
Eres aquel ser marcado por numerosas laceraciones ya oxidadas por el tiempo, de semblante sereno y con millones de anécdotas y enseñanzas en los ojos, de experiencia única. Observante y pensante a cada instante. Tan solo guardas impasible a que hable para arremeter con diplomacia y empezar a construir una plática interminable. Tan solo esperas a que pellizque una pizca de historia para degustar y compartir entre dos. Por instantes te veo hacía arriba como si fueras de la realeza de algún estrato divino, tanto que pesa tan solo tu presencia como si me obligara a agacharme insinuando reverencias. Acto seguido, me inclino y sopeso aquella presencia.
No tardo mucho en voltear hacia arriba y ahora eres una espejo, tan simple y práctico como reflejar mi imagen, me reconozco tal cual soy. De igual magnitud y fuerza. No se empaña no se moja y se mueve con igual sincronía ante mis movimientos, deshoja cigarros a la par mía y bebe café como cualquier otro, pero no del mismo, ni con la misma taza, ni me ve con la misma consternación y sorpresa. Así se ha de ver alguien sorprendido por sí mismo, pienso.
Y cambias de forma sin que yo cambie. Ahora eres un grupo de sombras que me abraza y me embelesan, me ciegan y me acurrucan, eres tú la que sabe aquello que no se y quiero saber, la que llena de dudas, llenas mi cabeza con la misma, mis miedos, temores y obsesiones.
Así es, la inspiración no se pierde, se vive o se sueña... pero siempre está ahí. Y no es que la haya perdido, simplemente no aparecía en forma de letras. Hace 3 meses tomo forma, se volvió mujer y dejo las letras poco a poco, los sueños y añoranzas a un lado de si mismos para volverse realidad, tomo formas incisivas, curvas, provocadoras, y siguió observando, preguntando, devorando información. Me regalo unos ojos hermosos y un alma tierna con cicatrices de vida. Me cazó poco a poco rondándome para abrazarme y cuidarme. Y abrió sus brazos para poder abrazar los míos.
Hoy me ha alcanzado como desde hace 3 meses en la terraza del café acostumbrado para recordarme que no me he quedado sin inspiración, sino que la ha sacado casi sutilmente para que yo sea esa inspiración. Nunca se perdió, simplemente tomo forma de esa mujer que hoy me hace muy feliz.
La inspiración no se pierde, se vive o se sueña... pero siempre esta ahí.